¡a favor de Al-Qaida y contra Siria! ¡Ya estamos!
Obama, Cameron, Hollande y sus compinches, que son integristas cristianos, se empecinan en aupar el integrismo musulmán -los rebeldes sirios son, mayormente, partisanos de Al-Qaida-. FERNANDO SÁNCHEZ DRAGÓ
Otra
vez tambores de guerra, y son siempre los mismos quienes los percuten.
Decía Roger Garaudy que "Occidente es un accidente mortal para la
humanidad".
Llamo
Occidente a la totalidad del territorio sometido a las tres religiones
monoteístas. La línea divisoria entre el Este y el Oeste es la frontera
de Paquistán con la India. Lo que aquí llamamos Oriente Próximo y
Oriente Medio es en realidad Extremo Occidente.
Hurguen
en las hemerotecas... Todas las guerras mayores de los últimos veinte
años han sido desencadenadas por la OTAN, la Unión Europea y el
Pentágono con o sin la anuencia de la ONU. A saber: las dos de Iraq, la
de la extinta Yugoslavia, la de Afganistán, la de Libia y ahora, si el
sentido común no lo impide, la de Siria.
¿Se me olvida alguna?
Las
de Chechenia y Georgia fueron escaramuzas de corta duración. La del
Líbano, que ya cesó, pero cuyo rescoldo se reaviva ahora, es secuela de
la que desde hace casi mil años incendia los campos de Palestina.
Judíos, moros y cristianos... Monoteístas. Siempre va ese sonsonete al trigo.
El
belicoso Obama titubea entre dos opciones: la de estar con el oído
atento, como los sioux en sus praderas, a lo que le dice la opinión
pública de su país, mayoritariamente opuesta a intervenir en Siria, y la
de obedecer a quienes manejan las grandes corporaciones mercantiles y
saben (o creen saber) que las guerras reactivan la economía, ayudan a
superar las crisis económicas y garantizan el suministro de gas e
hidrocarburos. Es la última de esas tres razones la que convierte en
escenario habitual de casi todas las guerras el Extremo Occidente. "Agua
del infierno" llamaban en la Edad Media al petróleo. Razón llevaban.
Hipocresía
de las armas químicas... Éstas son, sin duda, un espanto, un horror,
pero ¿no son horrores y espantos los misiles, los bombardeos, los
obuses, los lanzallamas, las minas antipersona, los disparos de
kalasnikof, las ráfagas de ametralladora e incluso, si me apuran, las
bayonetas?
Tuvimos
ocasión de comprobarlo en la segunda guerra de Iraq: lo de las armas
químicas era sólo una coartada aparentemente moral para justificar una
agresión que ponía en grave riesgo, a mayor gloria de los intereses de
los poderosos, la seguridad del mundo.
¿Hay
acaso, en toda la historia de éste, una sola guerra cuyos responsables
no hayan sostenido que la desencadenaban en nombre de la paz, de la
justicia y de todos esos hermosos conceptos por ellos desposeídos de su
significado?
Seguimos
en las mismas... Obama, Cameron, Hollande y sus compinches, que son
integristas cristianos, se empecinan en aupar el integrismo musulmán
-los rebeldes sirios son, mayormente, partisanos de Al-Qaida- y
en romper el frágil equilibrio de una zona cuya
desestabilización (Rusia, Irán y China no van a comulgar con ruedas de
molino) podría llevarnos a la tercera guerra mundial.
Que Yavé, Cristo y Alá, si es que existen, los fulminen. Y si no existen, también.
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