Españoles descubren como funcionan los negocios en África




Nos quitaron los camiones al llegar a Sierra Leona; esto es peor que una pesadilla´

Tres transportistas valencianos que viajaron a África a trabajar sufren desde hace 8 meses el complot de una trama que les robó los vehículos y pasaportes






Luis Huerta, 50 años, vecino de Alberic, partió hacia Sierra Leona en enero de este año con un camión trailer de segunda mano en el que había invertido todo lo que tenía y lo que no tenía: su presente y su futuro, con el único fin de sostener a su familia en un país de diamantes donde le esperaba un porvenir seguro y un trabajo estable y bien remunerado. Luis solo quería echarle horas al volante y trabajar como un negro en el pais africano, pero a las pocas semanas el sueño se truncó y comenzó la pesadilla, cada día más oscura, y tenebrosa en un pais de corruptelas y sobornos donde la justicia y el orden no figura ni en los libros de texto.

Luis inició su aventura africana con otros dos camioneros valencianos, José y Enrique Mocholí, de Alfafar, y tres conductores españoles más. Su sueño de desvaneció cuando los seis trailers que tenían y dos más que llegaron en mayo fueron requisados por orden judicial, en una vendetta o un «arreglo» entre la empresa que los había contratado, Aznar Quarriying Logistics (AQL), y el magnate de la mina para el que trabajaban, Abudabi, de quien se dice que posee el diamante más grande del pais.

El sinsentido es moneda común en el continente africano, donde cualquier poder actúa a merced de la voluntad de quien más billetes ponga encima de la mesa de cualquier ministerio, departamento, comisaría o juzgado. Y ahí arranca la tragedia de un grupo de experimentados transportistas, veteranos en rodar miles de kilómetros de asfalto, pero desconocedores de los límites de la miseria en África. 

Parece ser que quien los contrató jugó a un póker con ases escondidos, ya que a las primeras semanas de comenzar a trasladar hierro de la mina al puerto de Freetown los acusó de haber robado los camiones con los que trabajaban, que eran propiedad de los propios conductores. 
Indocumentados

El despropósito comenzó a teñir sus vidas de drama cuando un juez ordenó requisar los vehículos y paralizarlos en un solar. Previamente y con la excusa de agilizarles el visado, nada más pisar Sierra Leona, los camioneros entregaron sus pasaportes para legalizar su permiso de trabajo, una engañifa bien tramada que los dejó indocumentados en un país donde un blanco sin dinero no vale nada.

Ocho meses de pesadilla llevan ya sobre sus espaldas los tres transportistas valencianos y sus tres compañeros españoles. Sin visos de esperanza ni de porvenir. Han lanzado SOS a diestro y siniestro: el consulado y la embajada de España para que les ayude a recuperar los camiones y regresar a Valencia y a sus familiares que son los que pagan la humildísima pensión donde están alojados. 

Luis, que ayer se quedó en el hotel de Freetown para evitar que les roben las pocas pertenencias del grupo se rompe en silencio y sollozos al relatar su situación a Levante-EMV: «Estamos desesperados, esto es una pesadilla fatal porque ya no sabemos qué hacer; yo lo estoy padeciendo más», reconoce apesadumbrado el camionero de Alberic. No puede mantener la voz. Se rompe. Ha sufrido tres episodios de malaria. Con la voz entrecortada en lágrimas afirma: «Ya no podemos pagar ni esto», refiriéndose al mísero alojamiento que costean las familias de los compañeros de Alfafar, porque Mari Carmen Crespo, su mujer, no tiene ya de donde tirar salvo de la comida que Cáritas le da y de las ayudas que sus amigas aportan para que a sus dos hijos no les falte bocado. 

«No sabemos como arreglar lo de los camiones que están paralizados por orden judicial; los cogieron a la buena de Dios y dijeron que eran suyos, que se los habíamos robado y nos los quitaron», relata Luis entre sollozos y como puede. «No me las he visto peor en toda mi vida», concluye.


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